En esta oportunidad quiero hablar de una emoción que generalmente es descrita como negativa, y es la culpa.
Esta aparece desde una edad muy temprana en la infancia, donde aprendemos las normas morales aceptables, y estas dependen de la religión, cultura, educación, y de nuestra familia y sociedad. Esta emoción, al igual que todas, tiene una función, y es el ayudar a que nos demos cuenta de que hicimos algo mal, algo incorrecto.
Sin embargo, es importante diferenciarla, ya que esta es una emoción sana siempre y cuando responda a un prejuicio real, o ser exagerada, cuando la sentimos sin haber cometido algún acto que justifique sentirnos mal.
Cuando esta emoción se vuelve desproporcionada y se despega de la realidad, puede llegar a causar alteraciones psicopatológicas.
Para poder prevenir que sintamos culpa desproporcionada, necesitamos prevenir aquellos sentimientos de culpa desproporcionados, a entender los límites entre esta culpa realista y cuándo esta se torna excesiva.
Nuestros pensamientos están directamente ligados a nuestras emociones y a nuestras acciones, por lo tanto, el influir en nuestros pensamientos que nos llevan a sentir culpabilidad, es clave para cambiar nuestra emocionalidad y nuestras conductas positivamente.
Una de las formas para cambiar los pensamientos que nos llevan a sentir la culpa, es analizar y modificar la manera en la que nos hablamos a nosotras mismas; cambiando frases como “soy un desastre”, “siempre me pasa lo mismo”, y otras que seguro son peores, ya que somos expertas en darnos palo, eso sí, a la amiga que se equivocó le expresamos toda la compasión y apoyo, pero a nosotras mismas, ustedes ya saben.
Así que cada que empecemos con la cantaleta cruel, cambiemos las frases por cosas como “no pasa nada, ya lo arreglo y no volverá a pasar”, “soy humana y me equivoco”.Con algo tan sencillo, vamos reprogramándonos para tener pensamientos más positivos que nos preparen para cambiar.
También es importante darnos cuenta si la razón por la que me siento culpable no es fácil de identificar, y buscar ser objetivas en darnos cuenta si en realidad mi pensamiento es acorde al daño que creo haber hecho. En caso de que nuestra culpa tenga una razón válida y esta vaya de la mano con haber hecho daño a alguien más, es importante demostrar estar arrepentidas y buscar de corazón no volver a cometer dicha acción. Así la persona ofendida puede ver un cambio y tener una certeza de que no se repetirá. Tampoco es cuestión de pedir disculpas repetidamente, más bien, pedirlas una vez, y ser coherentes entre lo que decimos y luego hacemos.
El auto monitoreo de nuestros pensamientos, es una habilidad que nos ayudará a intervenir a tiempo en nuestra capacidad de gestionar nuestros pensamientos para influir en nuestras emociones adecuadamente y facilitar así nuestro bienestar emocional, previniendo caer en problemas más serios como depresión o ansiedad.
Con cariño,
Daniela Ordóñez
Psicóloga Clínica
0989013562
@DanielaOrdonezPsicologa